Cuando acudí a sufragar este 19 de noviembre en la comuna de Maipú, noté que había mucho movimiento hacia los locales de votación. Atochamiento en varios puntos de la comuna, lentitud en el traslado, micros repletas y un calor enfermante. Inmediatamente pensé que la participación electoral sería histórica, pues en las radios también se informaba de muchas personas votando. Pero cuando llegué a mi colegio escrutador no me encontré con una larga fila de personas esperando poder emitir su voto y no tardé nada en hacerlo, cuestión que me llamó profundamente la atención. Luego de cumplir con mi deber cívico estaba invitado a participar de un panel político en una radio capitalina para analizar el proceso electoral, teniendo cierto temor de llegar tarde, producto de la cantidad de personas que –a mi juicio- estaban votando y que entorpecerían mi traslado. Sin embargo, el panorama fue absolutamente distinto: calles despejadas, poca gente, locales de comida abiertos y gente disfrutando de las pocas áreas verdes que brinda Santiago, hecho que me hizo pensar que la alta participación electoral era solo un espejismo de verano. Con el correr de las horas mi percepción subjetiva se fue despejando y desde el centro de monitoreo electoral, el Servel, se confirmaba lo que ha sido una tendencia en Chile: la participación electoral una vez más era baja. En términos de número la cifra de abstención para este 2017 alcanzó al 53,5%, a diferencia de las presidenciales de 2013, donde esa cifra llegó a un 51% y a nivel parlamentario, la derecha lograba tener 73 diputados de 155, pero sin alcanzar la mayoría simple como esperaba. La coalición de gobierno, la Nueva Mayoría, logra tener 43 diputados y la gran sorpresa es sin duda, el Frente Amplio que consigue 20 diputados y un senador.
Ya con los datos en la mano varias son las evaluaciones que se pueden hacer con respecto a este nuevo proceso electoral. La primero es que el Frente Amplio (FA) se alza como una tercera fuerza política. De todas formas, esta nueva coalición tiene un inconveniente práctico y es que el FA más que crecer hacia otros sectores políticos, lo que hizo fue restarle votos a la Nueva Mayoría, siendo prácticamente marginales los apoyos de nuevos votantes para la fuerza liderada por la periodista Beatriz Sánchez, la gran ganadora de esta elección. La segunda reflexión que debe hacerse es que un gran margen de empresas dedicadas a las encuestas volvieron a fallar. Prácticamente todas daban un holgado triunfo al candidato de los empresarios, Sebastián Piñera, situación que no ocurrió el día de la elección, al punto que este obtuvo menos votos que en la elección de 2009. Esta misma situación la vivió el candidato del oficialismo, Alejandro Guillier, quien obtuvo una votación menor a la que esperaban en su comando, obligando a esta candidatura a hacer ajustes a su equipo programático para repuntar. La tercera reflexión apunta al desempeño de la Democracia Cristiana (DC) en esta elección. Un partido histórico que tuvo una impronta y una fuerza electoral abrumadora, hoy está en una severa crisis interna, comparable con lo vivido por el Partido Radical en un momento de nuestra historia. La DC, un partido de centro, hoy es prácticamente irrelevante en el cuadro político, al punto de no tener mucha influencia en las decisiones que tome el candidato Guillier, cuya situación puede provocar una importante fragmentación al interior de la Falange. Para cerrar este análisis hay que hablar del gran derrotado de este elecciones, el candidato progresista, Marco Enríquez Ominami. En su tercera incursión electoral su votación fue bajísima si se compara con la de 2009 cuando obtiene un 20% de las preferencias, llegando hoy ese porcentaje a solo un 5,7%. La gran explicación se encuentra en los casos de financiamiento irregular de la política que involucran al candidato del PRO, junto con pugnas al interior del partido que motivaron la renuncia de varios militantes bajo el argumento de “falta de participación interna”.
De todas formas, este 19 de noviembre no se pudo conocer quién dirigirá los destinos de Chile en los proximos 4 años, traspasando esa incertidumbre para el 17 de diciembre, debiendo el país elegir entre el candidato del oficialismo, Alejandro Guillier y el candidato de la derecha, Sebastián Piñera.
Con la presencia del voto voluntario es prácticamente imposible determinar al ganador, pero lo que sí se puede aventurar es que la elección será reñida y con muy diferencia entre ambos candidatos, quizás al mismo nivel de la elección de 1999.