Probablemente la reforma electoral que se está debatiendo en Chile y que busca terminar con el sistema binominal mayoritario es del gusto de varios parlamentarios. Esto, porque el Congreso vería aumentada la cantidad de diputados y senadores en 155 y 50, respectivamente. A eso hay que sumar que disminuye la cantidad de circunscripciones y distritos, traduciéndose en que, de las actuales 19 circunscripciones, estas pasarían a 15, donde cada una de ellas es región. Si bien son modificaciones interesantes, creo aún más oportuno debatir y avanzar hacia modificar nuestro sistema presidencial y promover un semipresidencialismo.
Como nuestro país tiene un sistema de partido de corte multipartidista, el semipresidencialismo funcionaría sin problema alguno, siendo éste mucho mejor, porque puede enfrentar de mejor manera a las mayorías divididas que el propio presidencialismo. Pensando en las situaciones conflictivas que irremediablemente se presentan en la política, es fundamental continuar y reforzar el multipartidismo y sus consabidas características, con el fin de ir disipando el bipartidismo artificial creado por el binominal, y así evitar la agudización de divisiones y contener a los partidos que impulsen instancias de polarización política. En el diseño propuesto para esta columna, considero que el Presidente debe ser electo por un período de 4 años y con la posibilidad de ser reelegido por un mandato consecutivo.
Para poder acceder al cargo, los candidatos deberán superar el 50% más uno de los votos o, de lo contrario, se procederá a una segunda vuelta entre los candidatos más votados. Pero, además, contemplo la creación de la figura del Primer Ministro, cuya elección será en momentos distintos que la del Presidente, para evitar que la votación favorezca a la misma coalición de gobierno en ambos cargos. Asimismo, en la elección presidencial, se tomará al país como distrito único y será electo de forma directa por los ciudadanos. Entre sus atribuciones como jefe de Estado, el Presidente será el encargado de proponer un candidato al parlamento para el puesto de Primer Ministro y será el responsable de generar los consensos necesarios al interior del Parlamento. Por otra parte, ejercerá la representación internacional del país y tendrá por funciones coordinar la política nacional con el Parlamento. En caso de la pérdida de apoyo del Primer Ministro dentro del Parlamento, será el Presidente quien deberá responder a la disolución de dicha instancia y convocar a elecciones anticipadas o, en su efecto, actuar frente a un voto de censura del Parlamento hacia el Primer Ministro. De todas maneras, este diseño contempla un poder presidencial menor que el del Primer Ministro y, así, evitar conflictos entre las ramas del gobierno.
En el caso del Congreso, se propone un sistema unicameral que represente a la nación en su conjunto. En este contexto se sugiere unificar la Cámaras de Diputados y de Senadores y establecer un sistema electoral proporcional que favorezca la participación parlamentaria de partidos minoritarios y, a su vez, torne necesario el establecimiento de coaliciones partidarias,a fin de conseguir las mayorías para formar gobierno. Por lo tanto, se establece que el tamaño de la asamblea esté compuesta por 99 miembros, la duración de su mandato será de cuatro años y la elección de los diputados se hará considerando al país como distrito único. Asimismo, se instaura la renovación parcial por mitades de la Cámara cada dos años, obteniendo una magnitud de distrito de 44 o 45 escaños, según corresponda. Con respecto a la fórmula electoral que permite convertir los votos en bancas partidarias, se implementará la fórmula D'Hondt de representación proporcional con un umbral legal del 5% de los votos. Además, las listas serán cerradas y bloqueadas, a fin de que el partido mantenga el control de las candidaturas y de este modo se fomente la disciplina partidaria.
El gabinete estará conformado por miembros del Congreso Nacional y para ser electos deberán contar con la aprobación de la mayoría absoluta de la Cámara. A partir de los cambios introducidos en el sistema electoral, es esperable que las dos grandes coaliciones de partidos que se formaron con el retorno a la democracia, retomen su origen histórico y se consiga una mayor cantidad de representantes, permitiendo que en lugar de formar coaliciones preelectorales, se formen coaliciones parlamentarias. Lo anterior se logrará por el fruto de acuerdos interpartidarios que aglutinen a una mayoría que les permita formar gobierno y negociar los distintos cargos ministeriales. Tanto el mandato de los miembros del gabinete como el de los diputados deberán ser flexibles, derivados de las intervenciones mutuas de que disponen ambos órganos.
Como este diseño difícilmente podrá ser debatido a nivel parlamentario, no es menor que se pueda abrir la posibilidad de que nuevos sectores políticos y otros grupos académicos, comencemos a delinear una nueva institucionalidad para el país. Ahora bien, desde mi punto de vista, las diferencias políticas están entorpeciendo un avance sociopolítico necesario para Chile, y creo que ha llegado el momento de reflexionar en profundidad si es conveniente o no seguir concentrando todo en la figura del Presidente. Al menos proponer el debate ya es un giro político importante, puesto que las diferencias entre los partidos acentúan la polarización ideológica y frenan el avance de algunas políticas beneficiosas para sectores postergados de la sociedad. Justamente es acá donde debe estar puesto el foco, y no en sacar dividendos para solo un grupo político, que bien podría tener un impacto mayor al que solo algunos esperan.