Durante su proceso de campaña, el actual Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, hizo pública la idea de sacar a su país del Acuerdo de París, bajo argumentos conspirativos y de incredulidad, como también por razones económicas. En este punto, el ahora Presidente ratificó su promesa de campaña y pensando en el futuro de los EE.UU., decidió excluir a su país del acuerdo firmado en 2015 por cerca de 195 países. Para él, dicho acuerdo era un “invento de los chinos, para debilitar la capacidad industrial norteamericana” y precisamente en esta dirección, es que el empresario optó por esta idea, ganándose el repudio de otros mandatarios. Usando la consigna American First, la defensa de los intereses económicos del país del norte fueron claves en la posición adoptada por Trump, puesto que este acuerdo – según su Presidente- destruía los empleos locales, precarizaba los sueldos de los obreros y fomentaba el cierre de las industrias. A eso hay que sumar que según el magnate, si EE.UU. continuaba respaldando el acuerdo, para el año 2025 su país perdería cerca de 2,7 millones de empleos formales, cifra que aumentaría en el año 2040, alcanzando 6,5 millones de desempleados. El mandatario republicano, enfatizó que este acuerdo era sumamente beneficioso financieramente para Europa, China e incluso para la India, haciendo más competitiva sus economías y debilitando la norteamericana. En su polémica retórica, Trump explicó que él fue electo para “defender los intereses de los ciudadanos de Pitttsburg, no de París” y que este acuerdo iba justamente en la dirección contraria. Todo esto, a pesar de la oposición de algunas empresas transnacionales que miraron con buenos ojos continuar respetando el acuerdo, ya que para ellos existían marcos políticos y regulatorios claros que estimulaban la inversión.
El temor manifiesto de los empresarios partidarios del acuerdo, se basa en que al retirarse EE.UU. lo más probable es que se agudicen las tensiones comerciales, se debilite la creación de puestos de trabajo y se contraiga el crecimiento económico. Aun cuando los reclamos del mundo privado sean válidos, lo cierto es que Trump cumplió su promesa, y fiel a su estilo personalista y narcisista, vuelve a instalar al país del norte como el eje central de la política mundial. El retiro de ese país no es algo menor, ya que no solo es el segundo mayor emisor de gases de CO2 en el mundo, sino que ahora delega la responsabilidad de esa preocupación al resto de los países firmantes. Como se ve, la política proteccionista declarada por Trump está lejos de replegarse y no es extraño que continúe en la misma senda, tal como ha sido hasta ahora.