El domingo 6 de noviembre publiqué para El Mostrador una columna titulada ¿Trump ganará las elecciones? donde expliqué algunas razones políticas y comunicacionales que hacían pensar que Trump derrotaría en las urnas a Clinton, la candidata del establishment; factores que diversos medios y comentaristas jamás incorporaron a su análisis electoral. Probablemente las razones son variadas, pero lo cierto es que todos ellos fallaron, además de las empresas dedicadas a las encuestas, que quedan altamente cuestionadas como mecanismos predictores de procesos electorales. El análisis del triunfo del candidato republicano debe ser mucho más fino en su interpretación, para no caer en el error de los comentaristas que se dedicaron a transmitir el mismo mensaje que los medios de comunicación liberales quisieron imponer de Trump, exacerbando en su racismo, misoginia y fanfarronería política, como si eso no estuviera presente en la sociedad estadounidense. Algunos de ellos proyectaron que el voto latino saldría en masa a votar por Clinton, pero revisando los datos, claramente no fue así. Solo hubo un 11% de participación de ese segmento y de esos electores, un 29% lo hizo por Trump, y un 65% por Clinton, cayendo la candidata demócrata 10 puntos en comparación a los votos obtenidos por Barack Obama en 2012. Es decir, el voto latino no apostó del todo por Hillary y a pesar de todos los esfuerzos desplegados para que este grupo la apoyara al mismo nivel que Obama, no se terminó por convencer que ella era la indicada para llegar a la Casa Blanca. En contrapartida, fueron los blancos sin título universitario, quienes fueron a votar para producir un cambio en la política norteamericana y Trump puso especial atención durante su campaña en este grupo de la sociedad. Desde el punto de vista estadístico, 7 de cada 10 votantes blancos se inclinaron por Trump y 6 de cada 10 mujeres apoyó al Republicano.
En cuanto al rango etáreo, el mayor apoyo a Trump estuvo en las personas mayores de 45 años, donde más del 50% decidió escoger al empresario como el próximo presidente de los EE.UU. Por otro lado, el 78% de las personas que señalaron sentirse perjudicadas por el actual estado de la economía y que manifestaron que estaban derechamente mal cómo se estaba conduciendo dicha área, votaron por Trump, versus un 19% que lo hizo por Clinton. A esto debemos sumarle que en relación a la residencia del votante, Trump concentró un alto apoyo en los sectores rurales, siendo el 62% que le votó y en aquellos que viven en los suburbios, concentró el 50% del apoyo electoral.
Las cifras son demoledoras para Clinton, pero a mi juicio la clave del triunfo del magnate está en un grupo social invisibilizado por los análisis, los llamados “cordones industriales” que han sido severamente golpeados por las políticas de libre mercado adoptadas por Obama en 2008. Esta zona llamada Rust Belt, (cinturón de acero) es un área que cambió totalmente su voto en comparación a 2012. Sin ir más lejos, en Ohaio Obama ganó por dos puntos y en Michigan lo hizo por diez, cuestión que daba pie para pensar que la tendencia se mantendría, pero ocurrió todo lo contrario. La zona sur este de los EE.UU. votó por Trump, siendo este triunfo un hecho histórico impensado, sobre todo porque las últimas seis elecciones los demócratas habían ganado con facilidad; pero ahora Trump le ganó a Clinton por 12 puntos, siendo la explicación económica la variable principal del resultado de este martes 8 de noviembre. Es decir, Obama aplicó medidas de libre comercio impopulares y dañinas para una zona que siempre vivió de la manufactura, y que por efecto de dichas políticas, se empobreció rápidamente.
Los obreros de estos espacios se levantaron a votar por quien les prometió proteccionismo, reapertura de minas, deslocalización y revisión de los tratados de libre comercio, elementos que los medios han buscado ignorar. Como dato complementario, en Pensilvania los republicanos no ganaban hace 30 años y este martes ese lugar se tiñó de rojo, otro rasgo llamativo para comprender el fenómeno Trump en la historia política de los EE.UU. Como todos los medios y analistas culparon de racista a Trump y que las deportaciones serían masivas, nos hicieron olvidar que solo en 2015, 1134 personas (la mayoría población negra) fueron asesinadas por efectivos policiales y que según datos del Departamento de Seguridad Nacional, Obama deportó a cerca de 3 millones de personas indocumentadas. Pero claro, los analistas nos hacen crecer que la democracia del país del norte es el ejemplo a seguir, y que Estados Unidos no es racista y tampoco nacionalista, y es preferible negar esa historia, antes de cuestionarla.
Trump interpreta a gran parte del ciudadano norteamericano descontento de su sistema político, y que además no se ha sentido favorecido por el libre mercado. 4 de cada 10 de esos votantes apoyó al magnate y dejó absolutamente desorientado a los demócratas, quienes han sufrido una estrepitosa derrota a manos de un neopopulista.