25 Dec

Como nunca el humor político en Viña copó editoriales en los diarios, radios; generó columnas de opinión, desarrolló análisis sociológicos, estimuló quejas desde los partidos políticos y hasta vocerías desde la casa de gobierno pidiendo “respeto”. Esto es el síntoma de una elite tocada por la rutina de Edo Caroe  de este lunes 22 de febrero en el Festival de Viña, y la que fue continuada en días posteriores por otros humoristas. El caso SQM, Penta, Caval, Jadue, el cartel del confort, de los pollos, el rol de la Iglesia y la Ley de Pesca, fueron abordados magistralmente por el humorista de Temuco, quien con una lengua mordaz y su conocida irreverencia, golpeó a todo un espectro social y político que sin duda alguna seguirá dando tema para todo un año. Ocupando el escenario de Viña y su masiva llegada popular, marcó el peak de sintonía el día de su presentación con los temas que han erosionado la imagen de las elites, y que tiene descolocada a una clase política que no entiende que la distancia entre ellos y el pueblo es abrumadora. Caroe (quizás sin proponérselo) expresó un malestar social del Chile de mentira que se viene proyectando desde el proceso de transición a la democracia, y que para esta elite vilipendiada por el humorista, no fue tema de preocupación. Pero este escenario cambió, con un nuevo tipo societal que se cansó de falsas promesas, que jugaran y se enriquecieran con sus sueños y derechos, y que ve en esta nueva camada de humoristas, una manera de expresar la decepción que reina en el ambiente. Bajo una propuesta de humor inteligente y construyendo el relato desde la crisis que vive Chile, Caroe desarrolló un ejercicio liberalizador de un pueblo oprimido día a día y que ya no es tan fácil de alienar como antes, agotado de tanto abuso y que valora que la elite reciba su castigo.

Este tipo de humor incomoda, molesta, intranquiliza porque hace despertar conciencias y evita que olvidemos (como le gusta a la elite) ciertas situaciones que las cúpulas políticas pretenden esconder. Ya en 2014 el ex ministro Sergio Bitar declaraba en El Mercurio: “Hay que cuidarse de la irresponsabilidad, del ataque indiscriminado e irreflexivo hacia la política y los políticos, porque se pueden socavar las instituciones”. 

Lo que olvida Bitar es que son justamente ellos quienes no han cuidado las instituciones, y delegar esa responsabilidad en los humoristas es de un facilismo propio de una forma de hacer política agotada y que tiene fecha de vencimiento. La observación apocalíptica hecha por El Mercurio sobre el humor en Viña, que sostiene que este tipo de rutinas puede “desatar fuerzas que luego escapan del control de todos” es una clara señal que los sectores conservadores están nerviosos. Algo así señala el periodista Pablo Ibarra en El Quinto Poder, quien con una columna inconexa, estereotipada y con conceptos erráticos que tienden a la confusión de la población, intentó salir al rescate de los grupos de poder vilipendiados por Caroe, haciéndole un flaco favor a los sectores recalcitrantes que hoy controlan el poder, casi en un acto de desesperación para decir que ellos son incomprendidos. Pero hoy esas críticas ya no sirven. La calle les perdió el  miedo, no se tolera que sigan mintiendo y que se coludan para beneficio propio en desmedro de la clase trabajadora. Hoy Chile está en crisis, no solo política, sino que también medioambiental, social y económica, y como bien lo decía Gramsci: “La crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer” y para que pase eso, tal vez, quede poco tiempo.

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