01 Nov

El 24 de abril de 2013 Bolivia oficializó su demanda por el acceso al mar ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Dos elementos interesantes se desprenden del líbelo presentado por los agentes bolivianos ante La Haya. El primero de ellos es que se descartó de plano objetar el Tratado de Paz y Amistad firmado por las partes en cuestión en 1904 y el que se especulaba centraría sus cuestionamientos. La segunda cuestión es que la fundamentación jurídica esbozada por el Canciller Choquehuanca aludió a cuestiones “expectaticias”, que a juicio de La Paz, consistiría en que a lo largo de los años Chile generó cierta ilusión en Bolivia para lograr superar el encierro geográfico y lograr definitivamente salida al mar. Entre los hitos relevantes que se propuso desde Palacio Quemado sobresalen las conversaciones sostenidas por Chile y Bolivia bajo los gobiernos de Gabriel González Videla por lado chileno (1946-1952) y de Enrique Hertzog por lado boliviano (1947-1949), el Abrazo de Charaña de 1975, encuentro bilateral entre los dictadores Augusto Pinochet de Chile (1973-1990) y HugoBanzer en Bolivia (1971-1978) y la agenda de los 13 puntos iniciada bajo el gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010).

De los tres acontecimientos antes mencionados, el de mayor posibilidad de concretar las aspiraciones marítimas bolivianas fue por lejos el Abrazo de Charaña de 1975, aún cuando hay cierto mito tras la negociación. Este episodio de las relaciones internacionales de ambos países fue una situación más bien dada que buscada desde la cancillería chilena, por tres razones fundamentales. La primera de ellas fue el alto aislamiento internacional experimentado por la dictadura de Pinochet en el marco regional y mundial. La segunda cuestión se debió al constante cuestionamiento por las graves violaciones de los DDHH desde organismos internacionales y en tercer lugar, por la profundización de los vínculos diplomáticos del Perú con la URSS, que significó un acuerdo de asistencia militar cercano a los setecientos millones de dólares. Estos tres elementos forzaron a la dictadura castrense a buscar aliados regionales para minimizar la resistencia regional y Bolivia fue motivo de interés bilateral.

Sin embargo, dos de los hitos incorporados por la reciente demanda de Bolivia, tanto en el acercamiento de González Videla como en el Abrazo de Charaña, no lograron una respuesta satisfactoria para La Paz, debido a la constante oposición del Perú en su concreción. Muchos de los especialistas han insistido en que este tema es estrictamente bilateral, sumándose a esta consideración las palabras del ex Presidente Alan García y de su sucesor, el Presidente Humala, casi como una forma de tomar distancia dentro de la negociación. Pero contrario a lo que se piensa, esto es una cuestión trilateral, incorporando necesariamente al diálogo a nuestro país vecino, el Perú. Además, tampoco es prudente sostener que esto es un tema exclusivamente político, pues el peso de la historia es importantísimo a la hora de tomar ciertas definiciones que determinen una agenda constructiva para los países intervinientes. No obstante, en otro grueso error desde la cancillería chilena, el actual Ministro de Relaciones Exteriores, Alfredo Moreno, sostuvo este sábado 26 en un diario de circulación nacional que Bolivia a “desahuciado siempre los acuerdos con Chile”, colocando como ejemplo del Abrazo de Charaña, cuestión que no es del todo así.

Tanto en las tratativas de González Videla como en el caso de Charaña, Perú siempre se mostró contrario a cualquier entendimiento entre Bolivia y Chile, teniendo como argumento central el Tratado de 1929 y su protocolo complementario. Dicho protocolo en su raíz central señala que:” Los gobiernos de Chile y del Perú no podrán, sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una tercera potencia la totalidad o parte de los territorios que, en conformidad al tratado de esta misma fecha, quedan bajo sus respectivas soberanías, ni podrán, sin este requisito, construir a través de ellos nuevas líneas férreas internacionales”. En el fondo fue un candado para cerrar cualquier tipo de acuerdo bilateral e impedir que Bolivia pudiera acceder al mar.

A pesar de estas oscilantes relaciones diplomáticas, es importante fomentar el diálogo y transitar de una vez por todas a la instalación de agendas estatales que consideren la integración como una herramienta prioritaria para Latinoamérica, y así eliminar progresivamente cualquier elemento pigmentocrático y etnocéntrico que cierre en la región espacios de convergencia política. He ahí el desafío del futuro.

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