01 Nov

Las últimas semanas han estado difíciles para la candidatura de Hillary Clinton, puesto que se revelaron  dos hechos políticos que mermaron severamente su figura. El primero de ellos está relacionado con el escándalo desencadenado por la reapertura de la investigación sobre sus correos electrónicos encabezada por el investigador Gary Langer. Miembros del FBI anunciaron hace unos días, el hallazgo de nuevos correos electrónicos enviados desde un servidor privado que usó Clinton en contra de las normas del Departamento de Estado. Esto resultó inesperado para una candidata que no había tenido problema alguno en su campaña para llegar a la Casa Blanca y quien se imponía en todas las mediciones a su contrincante Republicano. El segundo factor extra campaña que debilitó a la candidata Demócrata, da cuenta que recibió pistas de varias preguntas de -al menos- un debate y otro acto que fue televisado por la cadena CNN durante las primarias, según un correo electrónico de su campaña publicado por Wikileaks. El republicano, Donald Trump, acusó varias veces a Hillary de haber obtenido las preguntas antes de los debates celebrados contra su rival en las primarias demócratas, el senador Bernie Sanders. Pero no había mostrado pruebas concretas de sus acusación hasta que WikiLeaks publicó el correo electrónico. En dicho correo la actual presidenta interina del Comité Nacional Demócrata (DNC, secretariado del partido), Donna Brazile, entrega información a la campaña de Clinton sobre algunas preguntas de un debate celebrado en marzo de este año.

Todo esto ha tenido como resultado que Trump aventaje mínimamente a Hillary en los sondeos de opinión y que la imagen de Clinton haya caído siete puntos, gracias a la filtración de Wikileaks. Si hasta hace poco los partidarios de Sanders no estaban del todo convencidos de votar por Hillary, la revelación de los correos podría perfectamente condicionar su apoyo y, dada lo estrecha que será la votación, puede que finalmente opten por seguir las elecciones desde sus hogares y no ir a votar. Este es un escenario que perjudica claramente a la ex Secretaria de Estado.

Otro factor del cual poco se habla es el deterioro institucional que vive Estados Unidos y que podría motivar que un electorado insatisfecho con dicho contexto, en señal de molestia y castigo, vote finalmente por Trump. Solo como dato anexo, encuestas en Estados Unidos reflejan que casi el 50 por ciento de su población estaría dispuesta a tolerar un gobierno socialista y uno de cada tres americanos aceptaría una dictadura si esta fuera más eficaz que sus últimos presidentes. La tan alabada democracia gringa está en descomposición y sus habitantes están decepcionados de promesas incumplidas y de mediocridad política, al punto que al gobierno de Obama se le responsabiliza de gran parte de estos problemas. Esto no es menor, ya que hay un alto grupo de votantes moralistas y racistas, que ven a Trump como el llamado a frenar el poder que han logrado las mujeres, los gays y otras figuras de grupos étnicos que no representan al ciudadano estadounidense. Este es un escenario que pocos proyectaban, pero así como van las cosas no debería extrañar que Trump gane la presidencia.

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