06 Dec

Debo reconocer que me costó leer la columna de Marinovich titulada: ¿Fidel? Elevo mi voz por Pinochet . No porque realizó una defensa corporativa a la figura del dictador, sino porque me pareció más bien un discurso propagandístico que un análisis comparativo serio sobre Cuba y Chile. La columna en sí es un tremendo error que tergiversa la historia para conveniencia personal o de algún grupo que pretende limpiar la figura de Pinochet, ya que al elevar la voz por él es defender lo indefendible. El otro gran pecado de Marinovich es sostener –sin fuente bibliográfica alguna- que Pinochet entregó por vía de una elección libre el poder, olvidando por completo que a fines de los ochenta, el dictador no contaba con el respaldo político de los EE.UU. país que comenzó a presionar para acabar con una dictadura, la que ya no servía para sus manejos políticos. El gobierno de Ronald Reagan en su segundo mandato se había propuesto como eje central de su política exterior, la democratización a escala global; siendo la dictadura de Pinochet un foco de especial atención, cuyo embajador, Harry Barnes, fue el responsable de encauzar esta posición.

Este embajador antes de visitar al Dictador, se había reunido con líderes opositores a la dictadura cívico militar y participó de una velatón con organizaciones de derechos humanos. Además, Barnes aseguró a un medio local que la embajada de EE.UU. tenía antecedentes concretos de que Pinochet desconocería los resultados del plebiscito de 1988, al punto de estar dispuesto a proclamar un estado de emergencia. ¿Qué situación ocurrió para que EE.UU. presionara mucho más a Pinochet? El caso de las uvas envenenadas en 1989. El resultado de esa acción significó que Canadá, Japón y Estados Unidos, suspendieran inmediatamente las importaciones de fruta chilena y comenzara la presión económica para apurar la salida de Pinochet. Si hasta el propio José Toribio Merino declaró públicamente que esto había sido una canallada de EE.UU. para agredir al “gobierno”. Es decir, Pinochet no tenía pensado entregar el poder de forma voluntaria, y si lo hizo, fue porque Estados Unidos le había quitado el respaldo a su gestión, no como lo que afirma la sra Marinovich. 

El segundo error se refiere al tema de la prensa. En Cuba existen diferentes espacios de la sociedad que cuentan con medios de difusión, los cuales responden a la organización que representan y cuya mirada no es muy complaciente con las acciones que emprende el gobierno. Bueno, eso es complejo de saber, ya que con el bloqueo norteamericano que sufre Cuba, este tipo de información y otras, inmediatamente desaparecen de los medios de difusión global.

Finalmente lo que tiene relación con los cubanos que salen del país en balsas, eso es real. Sin embargo, omite la sra Marinovich que el tema migratorio se vio restringido porque EE.UU. buscó por todos los medios posibles hacer colapsar el gobierno, y la fórmula aplicada, consistió en fomentar la emigración de profesionales de la salud, quienes sólo podían acceder a la residencia si llegaban a las costas norteamericanas por vía marítima. Tal vez, Marinovich tendría que leer a Yoani Sánchez, quien desde Cuba, escribe libremente sus columnas contra el castrismo, pero ese es otro tema a debatir.

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