Un fantasma recorre Chile, es el fantasma del populismo. Hace meses en formato de populismo penal con la aprobación del control de identidad, pero ahora como inmigrafobia ante el aumento de extranjeros en Chile, y la peligrosa asociación entre ellos y la delincuencia expresada por la derecha chilena. Este bloque político hizo pública su intención de normar la presencia de extranjeros, al punto de multar y expulsar a los inmigrantes que cometan infracciones, aumentar los requisitos de permanencia y exigir la acreditación de un mínimo de patrimonio suficiente para solventar sus necesidades básicas al ingresar al país. Se suman además, ejercer una profesión u oficio lícito, solicitar cédula de identidad ante el Servicio de Registro Civil e Identificación dentro del plazo de 90 días contados desde la fecha de entrada en vigencia del permiso de residencia, e informar cualquier cambio de domicilio. Lo preocupante de estas propuestas es que alientan a profundizar la inmigrafobia, la cual se entiende como aquella forma de discriminación realizada a una persona o colectivo por vía del trato diferente o el rechazo social, ya sea por su origen, nacionalidad, idioma, situación económica, color de piel, etnia o religión, asociadas a su condición de ser migrante.
Entre las explicaciones dadas por Chile Vamos para justificar el endurecimiento a la presencia de inmigrantes en Chile, están que las personas que quieran entrar a vivir a Chile sean un real aporte al país y que Chile debe permitir el ingreso a personas que contribuyan al desarrollo nacional, pero sin generar conflictos. Sin embargo, el proto candidato a la presidencia de la derecha y ex presidente, Sebastián Piñera, señaló a medios locales que “Chile debe estar abierto a recibir inmigrantes que aporten al desarrollo de nuestro país, pero debe cerrar absolutamente sus fronteras al narcotráfico, a la delincuencia, al contrabando, al crimen organizado y también a la inmigración ilegal”. En el fondo el ex presidente con sus dichos conectó la delincuencia y el delito, cuestión que busca criminalizar la inmigración, así como aumentar la producción de falsos estereotipos.
Como dato complementario a esta construcción discursiva de la derecha, según datos del anuario de Carabineros de 2015, los migrantes no cometen más crímenes que los chilenos. Por ejemplo, el total de aprehendidos ese año por diversas razones fueron 432.018, de los cuales 422.141 fueron chilenos y sólo 9.877 fueron extranjeros. En términos porcentuales, los delitos cometidos por inmigrantes, del total nacional representan un 2.3 por ciento, versus el 97.7 que son los chilenos. En el fondo, no hay correlación directa entre inmigración y criminalidad, sino que más bien la justificación de una falsa percepción creada por políticos populistas que buscan repuntar en las encuestas. Por tanto y en razón a las cifras que se manejan al respecto, no hay evidencia empírica alguna que confirme la idea que la inmigración representa un verdadero riesgo per se para la seguridad pública. El único indicador que podría presentar algún efecto directo entre inmigración y delincuencia, estaría en aquellos extranjeros que lleguen al país sean prófugos de la justicia o miembros de organizaciones criminales buscados por las policías internacionales. Por ende, el argumento dado por Chile Vamos se desvanece completamente, ya que el fenómeno de la inmigración en ningún caso se constituye como una causa directa del delito. No obstante, los dichos de Piñera y sus cercanos estimulan el aumento de episodios de discriminación e inmigrafobia, fenómenos que erosionan las democracias y perjudican la convivencia social, instalando al populismo inmigrante, como un mecanismo de descomposición social, el que tanto daño le ha hecho a las sociedades globalizadas.